Un agosto como este, hace 89 años, veintiún pueblos reunidos acuerdan, por unanimidad, implantar el comunismo libertario.
En un ejercicio de memoria, desde La Sindical, queremos recordar un acontecimiento histórico que tuvo lugar en Albalate de Cinca el dia 22 de agosto de 1936. Dejando atrás un sistema de producción injusto y caduco y mediante un proceso asambleario, todos los pueblos que formaban parte de la Comarcal aprobaron la implantación del Comunismo libertario. Unos días después, el 26 de agosto, se publicaba el acta de la asamblea en el periódico libertario Solidaridad Obrera:
Magna asamblea en Albalate de Cinca, de los pueblos que pertenecen a la Comarcal: Veintiún pueblos reunidos acuerdan, por unanimidad, implantar el Comunismo libertario
Albalate de Cinca siempre fue un pueblo que, socialmente, tuvo y tiene una potencia formidable, increíble. Es el único pueblo aragonés que fulge de vigía y traza sutiles orientaciones a toda la ribera del Cinca, clavando jalón tras jalón de competencia y victoria.
El día 22, por la tarde, se celebró una magna asamblea, con delegaciones de los pueblos de Belver, Zaidín, Almudáfar, Chalamera, Velilla, Sena, Fraga, Ballobar, Ontiñena, Sariñena y muchos otros donde se debatió el medio o modo de estructurar una nueva economía nacional, proletaria.
¿Están los pueblos lo suficientemente capacitados para vivir en absoluto Comunismo libertario? La Mesa de discusión, integrada por los compañeros Alberola, Justo Val y Lozano, interrogan a todos los delegados para que éstos vayan explanando sus conceptos y los vivos deseos de los pueblos que representan.
Habla, en principio, el compañero Castro, de Albalate, iniciando su charla preguntando: “Puesto que el fruto pertenece a quien lo produce, ¿puede llevarse el individuo todo lo que produce para malgastarlo?” Alrededor de esta tesis gira por largo rato el debate.
Todos abundan en que el obrero debe reinvertir la economía nacional deshecha por los facciosos y no esperar nada del Gobierno. El Gobierno es un instrumento falso en poder de mentalidades burguesas. No se puede esperar nada de él, y, por lo tanto, es el obrero quien debe trazarse su medio de vida.
Acaba el compañero Castro manifestando que la mejor revolución es la revolución que imprimen por sí mismos los pueblos, articulando el trabajo, creando estadísticas de producción y consumo y regularizando taxativamente la vida de todos los habitantes.
Luego toma la palabra Justo Val, y pregunta: ¿Debe dejársele llevar el trigo a los pequeños propietarios, o debe ser requisado? El pueblo, de momento, debe ir a la recolección, para cubrir las más elementales necesidades y ayudar a quienes están luchando en el frente.
En la situación difícil, gravísima, porque atraviesa el proletariado español, sólo debemos y podemos tener una sana aspiración, un puro y noble aliento: aplastar definitivamente al fascio criminal que desangra a España. No obstante esto, puntualiza su deseo de ir, con paso firme y puño en alto, hacia un colectivismo libertario.
El compañero Manuel Castelltort sincroniza con Justo Val; empero, estima prudente hacer hincapié en todos los pueblos para ir a la mancomunidad total, controlizando todas las arterias económicas y dándole una nueva orientación al ritmo del trabajo, puesto que el Estado no puede regularizar la vida de los pueblos, y, por lo tanto, el pueblo mismo debe encauzarse a sí mismo.
Hablan, seguidamente, otros compañeros de distintos pueblos, describiendo las dificultades con que se encuentran para ir a la total colectivización; pero como quiera que se ha ido a la expropiación de los facciosos que se desconoce su paradero, eso se trabajará en colectividad y cada cual sólo podrá tener las tierras que por sí pueda trabajar.
Luego toma, para sintetizar, la palabra el culto y exquisito camarada Alberola. Dice, entre otras cosas, que en cada localidad se debe actuar según sus propias características, por ser los principios inalterables del Comunismo libertario. No olvidemos que en los pueblos sólo hay pequeños núcleos que sirven de receptáculo para inclinar la balanza a nuestro favor, comportándose con libertad y con ética. El anarquismo es una moral y una estética. Lo innoble siempre es repugnante. Estamos, prosigue, en la revolución y debemos extirpar todas las cadenas que nos sujetan. ¿Cuándo las romperemos si no lo hacemos hoy?
Hay que ir a la revolución total y a la expropiación total. No es tiempo de dormir, sino de reconstruir. Cuando vengan del frente nuestros compañeros, si nos hemos dormido, ¿Qué nos dirán? Si el obrero español no sabe cincelar su propia libertad, vendrá el Estado y reconstruirá nuevamente la autoridad del Gobierno para ir aboliendo poco a poco las conquistas adquiridas a fuerza de mil sacrificios y mil heroicidades.
La retaguardia debe actuar enérgicamente para que la sangre del proletariado español no sea estéril. Nosotros no podemos ser un instrumento burgués. Tenemos que realizar nuestra revolución peculiar, expropiando, expropiando y expropiando al gran terrateniente y a todo aquel que sabotee nuestras aspiraciones.
Una vez que cada delegado expuso su criterio, se acordó lo siguiente:
1º Recoger lo antes posible toda la cosecha, colectivizando lo expropiado y exigirle al pequeño
labrador lo que sea necesario para efectos de guerra.
2º Todos los pueblos van a la colectivización; pero dejando al pequeño labrador que pueda
desenvolverse por sí mismo.
3º Dar a esos pequeños labradores un margen de libertad para la siembra y otros menesteres.
4º Se puede y se debe articular la producción con un control riguroso de la colectividad.
5º Reducir a un mínimo el peso de la revolución sobre quienes tienen un medio de vida pobre.
6º El pequeño labrador tendrá que entregar todo aquello que le sobre después de haber
cubierto sus necesidades y dejarle un remanente para viajes, enfermedades, etc., dándole en
cuenta alguna pequeña compensación en maquinaria o lo que fuera.
7º Desplazarse una Comisión a Lérida para imponer una tasa mínima al trigo.
Como final, podemos decir que se aceptó de momento la existencia de la pequeña burguesía para orillar conflictos que puedan derivarse del descontento del pequeño campesino, siempre refractario a lo desconocido por él.
Total: en la asamblea que se celebró en Albalate de Cinca predominó el buen sentido común, la visión exacta de los problemas sociales y, ante todo, los principios que informan al Comunismo libertario: la libertad de acción, siempre bajo el control del beneficio común.
José Cosme Sampériz
Albalate de Cinca, miercoles 26 de agosto de 1936. Solidaridad Obrera.
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